pequeñas ediciones de libros de poesía

48 pág; 17x14 cm

ISBN 978-987-86-9452-8

Obra de tapa: Manué Virtual



grumo en la familia



mi tía zulma es domadora de caballos,

usa camisas de seda color moneda

abrochadas completas hasta el cuello 

las noches que es invitada pero no bienvenida

a los casamientos folletos de mis primas.


zulma enciende gomas viejas de tractor,

el fuego se ríe del frío 

de los pastos al costado transpirados.

hierven doscientos litros de agua

en el tambor donde pelará el chancho.

el humo y el vapor bailan un tango.


sin mirarme dice que ama el vino

pero la borrachera no, que lo respeta

por ser de las pocas alegrías que tiene el pobre.

el obrero viene cansado, no tiene mar del plata,

no tiene carlos paz pero se toma un vinito.

su padre llegaba del campo después de toda la semana

sentaba su cansancio al lado de una damajuana y se ponía a cantar.

el vino le devolvía el canto, me dijo.


me las rebusco para sentarme en la mesa 

donde está zulma cada vez que se casa una prima, 

lejos de mis otras tías a las que les entra el calor,

se avergüenzan porque antes que los novios

el vino ya le ofreció a zulma la risa de jilguero al sol 

y ese tono almíbar con el que dice: 

dieguito, pasame más hielo y más jamón.


mi tía hace milanesas de bagre, peludo a la parrilla,

vizcacha al escabeche, salame de jabalí y calienta agua

en la pava más grande que vi para bañar a sus hijos en un fuentón.

no sé si lo percibió en la voz de mis ojos o coincidieron

mis ganas con su invitación una tarde de agosto:

al enjuagarme en balde y sin ducha sentí

cómo la libertad y la comodidad entraban en lucha.

lo sentía cada vez que los visitaba pero ese día se aclaró.


zulma es rock cuando aconseja a los que quiere,

es punk en su par de dientes ausentes, 

baila una cueca cada vez que se limpia 

la jeta con la servilleta,

tiene los ojos escondidos del sol, 

la piel barro caliente 

y una copla de baguala en cada mejilla en sombra de luna, 

menguante en la izquierda y en la derecha creciente. 


zulma: origen arábigo, suleimán, la que tiene paz.

debe ser por lo árabe de su nombre que nunca escribió,

ni una vocal.

sherezade criolla, nos contaba

de la vez que pescó una tarucha gigante,

de cómo el pimentón transforma en manjar

el jamón de cualquier bicho,

de la luz mala que la persiguió la noche

que despidió el alma de su primer hijo.

la naturaleza no recuerda a sus muertos

y por eso es bella, me dijo.




Reseña

Cada poema de Fósforo enciende al siguiente. La lectura es veloz y profunda, nos atrae como un río que se quema. Cuando llegamos al final nos damos cuenta de que armamos un gran fuego, uno lleno de paisaje, risa de amigos y dichos de vieja. El poeta que habla en Fósforo está solo pero hace un intento por hablar en una caja llena de otros como él: Gastón, Zulma, Madre, Laura, Ubaldo, las ex, Padre, Rosario… Todos ellos forman parte del incendio de Diego Margutti. Todos ellos, también, gritan en el barrio de noche, sacan una foto del verano llena de música y construyen la casa familiar, “sabiendo que un hogar no es una casa”.

Esa misma casa, una casita hecha de fósforos, es la que Diego ha sabido quemar muy bien para darnos luz en el poema.

Sofía de la Vega

Fósforo - Diego Margutti

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48 pág; 17x14 cm

ISBN 978-987-86-9452-8

Obra de tapa: Manué Virtual



grumo en la familia



mi tía zulma es domadora de caballos,

usa camisas de seda color moneda

abrochadas completas hasta el cuello 

las noches que es invitada pero no bienvenida

a los casamientos folletos de mis primas.


zulma enciende gomas viejas de tractor,

el fuego se ríe del frío 

de los pastos al costado transpirados.

hierven doscientos litros de agua

en el tambor donde pelará el chancho.

el humo y el vapor bailan un tango.


sin mirarme dice que ama el vino

pero la borrachera no, que lo respeta

por ser de las pocas alegrías que tiene el pobre.

el obrero viene cansado, no tiene mar del plata,

no tiene carlos paz pero se toma un vinito.

su padre llegaba del campo después de toda la semana

sentaba su cansancio al lado de una damajuana y se ponía a cantar.

el vino le devolvía el canto, me dijo.


me las rebusco para sentarme en la mesa 

donde está zulma cada vez que se casa una prima, 

lejos de mis otras tías a las que les entra el calor,

se avergüenzan porque antes que los novios

el vino ya le ofreció a zulma la risa de jilguero al sol 

y ese tono almíbar con el que dice: 

dieguito, pasame más hielo y más jamón.


mi tía hace milanesas de bagre, peludo a la parrilla,

vizcacha al escabeche, salame de jabalí y calienta agua

en la pava más grande que vi para bañar a sus hijos en un fuentón.

no sé si lo percibió en la voz de mis ojos o coincidieron

mis ganas con su invitación una tarde de agosto:

al enjuagarme en balde y sin ducha sentí

cómo la libertad y la comodidad entraban en lucha.

lo sentía cada vez que los visitaba pero ese día se aclaró.


zulma es rock cuando aconseja a los que quiere,

es punk en su par de dientes ausentes, 

baila una cueca cada vez que se limpia 

la jeta con la servilleta,

tiene los ojos escondidos del sol, 

la piel barro caliente 

y una copla de baguala en cada mejilla en sombra de luna, 

menguante en la izquierda y en la derecha creciente. 


zulma: origen arábigo, suleimán, la que tiene paz.

debe ser por lo árabe de su nombre que nunca escribió,

ni una vocal.

sherezade criolla, nos contaba

de la vez que pescó una tarucha gigante,

de cómo el pimentón transforma en manjar

el jamón de cualquier bicho,

de la luz mala que la persiguió la noche

que despidió el alma de su primer hijo.

la naturaleza no recuerda a sus muertos

y por eso es bella, me dijo.




Reseña

Cada poema de Fósforo enciende al siguiente. La lectura es veloz y profunda, nos atrae como un río que se quema. Cuando llegamos al final nos damos cuenta de que armamos un gran fuego, uno lleno de paisaje, risa de amigos y dichos de vieja. El poeta que habla en Fósforo está solo pero hace un intento por hablar en una caja llena de otros como él: Gastón, Zulma, Madre, Laura, Ubaldo, las ex, Padre, Rosario… Todos ellos forman parte del incendio de Diego Margutti. Todos ellos, también, gritan en el barrio de noche, sacan una foto del verano llena de música y construyen la casa familiar, “sabiendo que un hogar no es una casa”.

Esa misma casa, una casita hecha de fósforos, es la que Diego ha sabido quemar muy bien para darnos luz en el poema.

Sofía de la Vega

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