pequeñas ediciones de libros de poesía
60 p. ; 17 x 14 cm.
ISBN 978-987-88-3196-1
Obra de tapa: Manué Colomba
- - -
Asociación Vecinal Barrio Tropezón
La ciudad era joven y las familias recién asentadas trabajaban todo el día y buscaban mejorar su barrio. La mejor idea que se les ocurrió fue organizar bailes con orquestas en vivo para que la gente de la ciudad fuera, gastara plata, recaudar para el barrio y, por qué no, también divertirse. Uno de los problemas fue que el terreno que tenían disponible para los bailes era una esquina con un cordón muy alto respecto al nivel de la calle. Claro, la ciudad orientaba todas sus aguas para ese sector, las calles se inundaban (por algo el barrio primero fue conocido como “Mar Chiquita”) y los terrenos debían ser altos. Esto no era mayor inconveniente para una persona con un mínimo de atención; en definitiva, se trataba de un cordón, más alto de lo normal, pero cordón al fin. La cosa estaba en los borrachos: no veían el escalón, tropezaban y caían. De ahí el nombre del barrio: El Tropezón.
Mi querido barrio no se llama Libertad, ni Unión, ni Amistad ni ninguna otra palabra que refleje valores sociales. Viene del descuido de borrachos que se caían después de una fiesta organizada por trabajadores para juntar plata y hacer las cloacas del lugar donde vivían. No se me ocurre mejor nombre para un barrio.
Soy la tercera generación nacida acá. Mi historia inicia en este lugar y llevo partes de él a donde voy.
Casi dos pesos
En la calle encontré el borde
de una moneda de dos pesos,
me llamó la atención su brillo y forma
y pensé que era parte de una garrafa.
Miro de cerca y leo
* EN UNIÓN Y LIBERTAD * REPÚBLICA ARGENTINA *
todo enroscado,
como un infinito tridimensional.
¿Qué fue de su interior?
¿Alguien lo quitó?
Los autos la pisaron
rasparon
deformaron;
ya no tiene valor.
En mi mano
lo siento un tesoro,
un símbolo,
algo
sobre qué escribir.
60 p. ; 17 x 14 cm.
ISBN 978-987-88-3196-1
Obra de tapa: Manué Colomba
- - -
Asociación Vecinal Barrio Tropezón
La ciudad era joven y las familias recién asentadas trabajaban todo el día y buscaban mejorar su barrio. La mejor idea que se les ocurrió fue organizar bailes con orquestas en vivo para que la gente de la ciudad fuera, gastara plata, recaudar para el barrio y, por qué no, también divertirse. Uno de los problemas fue que el terreno que tenían disponible para los bailes era una esquina con un cordón muy alto respecto al nivel de la calle. Claro, la ciudad orientaba todas sus aguas para ese sector, las calles se inundaban (por algo el barrio primero fue conocido como “Mar Chiquita”) y los terrenos debían ser altos. Esto no era mayor inconveniente para una persona con un mínimo de atención; en definitiva, se trataba de un cordón, más alto de lo normal, pero cordón al fin. La cosa estaba en los borrachos: no veían el escalón, tropezaban y caían. De ahí el nombre del barrio: El Tropezón.
Mi querido barrio no se llama Libertad, ni Unión, ni Amistad ni ninguna otra palabra que refleje valores sociales. Viene del descuido de borrachos que se caían después de una fiesta organizada por trabajadores para juntar plata y hacer las cloacas del lugar donde vivían. No se me ocurre mejor nombre para un barrio.
Soy la tercera generación nacida acá. Mi historia inicia en este lugar y llevo partes de él a donde voy.
Casi dos pesos
En la calle encontré el borde
de una moneda de dos pesos,
me llamó la atención su brillo y forma
y pensé que era parte de una garrafa.
Miro de cerca y leo
* EN UNIÓN Y LIBERTAD * REPÚBLICA ARGENTINA *
todo enroscado,
como un infinito tridimensional.
¿Qué fue de su interior?
¿Alguien lo quitó?
Los autos la pisaron
rasparon
deformaron;
ya no tiene valor.
En mi mano
lo siento un tesoro,
un símbolo,
algo
sobre qué escribir.